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El jueves 18 de noviembre de 1847 el diario monárquico La Esperanza publicaba un suceso que, por sus protagonistas y lugar donde aconteció, causó gran impacto social y despertó una gran curiosidad entre la opinión pública madrileña.

La noticia fue la siguiente: parece que el ama de un capellán que tenía su habitación en un piso alto del palacio de la Reina Madre fue hallada bañada en sangre y con una gran degolladura que le había causado la muerte. Según parece, la infeliz mujer había llegado hacía poco de Valencia y se hallaba sola en la habitación cuando fue asesinada.

Por lo demás, se ignoraban las circunstancias que acompañaban este crimen, si bien había indicios para presumir que haya sido inspirado por alguna pasión desenfrada hacia la víctima. En los días posteriores, la prensa alimentó la noticia con otros detalles.

El Diario Oficial añadía: esta señora joven y hermosa en extremo (sic) fue encontrada con una herida en el cuello y por las apariencias debía estar haciendo calceta cuando se cometió tan horrendo crimen. El asesino habría tomado bien sus medidas para no ser descubierto, ni darse mucha prisa, pues según las señales de la palangana se lavó las manos despacio y dejó la puerta cerrada llevándose la llave. Ayer fue conducido el cadáver al hospital general para hacer su autopsia.