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El parque de la Quinta de los Molinos se encuentra situado entre las calles Alcalá (al sur), Juan Ignacio Luca de Tena (norte), Miami (oeste) y 25 de Septiembre (este) y tiene su acceso principal por la calle Alcalá, entre los números 527 y 531, junto a la entrada de la estación del metro de Suances.

Es una más de las fincas que han permanecido en manos privadas y libre de la especulación urbanística hasta muy recientemente (1982), lo que ha permitido que, al convertirse en patrimonio municipal, podamos disfrutar todos los ciudadanos de un parque único, precioso y preciado en una urbe como es Madrid.

Su nombre se debe a los molinos para la extracción de agua que se trajeron de Estados Unidos en 1920 y que aún pueden verse en la actualidad, restaurados y en funcionamiento, aunque con una finalidad exclusivamente educativa. Con estos molinos y con la abundante agua proporcionada por los dos arroyos que la recorrían (arroyo de los Trancos, al norte, y arroyo de la Quinta, al sur) y los pozos y manantiales que se fueron encontrando al crear la finca, se pudo diseñar un espacio donde se alternaba el jardín floral con el bosque y las huertas.

El origen de la quinta está en una pequeña finca junto al actual estanque, al norte de la vaguada formada por el arroyo de los Trancos, que su propietario, don Ildefonso Pérez de Guzmán el Bueno y Gordón (1862-1936), IV conde de Torre Arias (entre 1871 y 1936), cedió a su amigo el arquitecto César Cort en 1920, a cambio de la construcción de su palacio en la calle General Martínez Campos de Madrid.

Don César Cort Boti (Alcoy, 1893-Alicante, 1978) fue un arquitecto especializado en urbanismo, primer catedrático de Urbanismo en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid y académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Concejal de Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid y amigo y seguidor de Arturo Soria, fue el responsable de la elaboración del Plan de Extensión de Murcia (1928) y del Plan de Ensanche y Reforma Interior de Valladolid durante la Guerra Civil.

Cort fue ampliando la extensión de la finca e incorporando nuevas parcelas hasta los años 70, que llegó casi a las 30 hectáreas, dándole un estilo mediterráneo, propio de su lugar de origen. Tras su muerte y algunos años de abandono, sus herederos y el Ayuntamiento de Madrid acordaron la incorporación al patrimonio municipal de toda la finca, excepto una cuarta parte que se destinó a uso residencial. A partir de ese momento el Ayuntamiento inició un proceso de restauración que acabó con la inclusión de la finca en el Catálogo de Parques y Jardines de Especial Protección en el Plan General de Ordenación Urbana de 1997.

Actualmente, nada más atravesar el edificio de entrada, nos encontramos con una larga carretera, asfaltada y flanqueada por plátanos de sombra, que nos conducirá directamente a la zona edificada de la finca. Pero si nos olvidamos un momento de ella y nos desviamos a la derecha, accederemos al primer cuartel de almendros, los protagonistas indiscutibles del parque. Y si nuestra visita se realiza en los meses de febrero/marzo y los almendros se encuentran en flor, el espectáculo será grandioso.

El nombre científico del almendro es Prunus dulcis aunque también podemos encontrarlo como Prunus amygdalus o Amygdalus communis. El nombre genérico, Prunus, lo incluye en el grupo de los árboles frutales y el específico, dulcis, hace referencia a la dulzura de sus frutos en la variedad dulce y distinguirlo así de la amarga.

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