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En un paseo por la ciudad muchos son los transeúntes que fotografían edificios emblemáticos de la capital del reino. Pero pocos son los que se percatan de las sutiles diferencias que aparecen en los muchos escudos que pueblan la ciudad de Madrid.

Los elementos principales que componen el escudo, y por lo tanto emblemas indiscutibles de Madrid, lógicamente son el oso y el madroño. Pero antes de hacer referencia a este ornamento imprescindible en la orografía arquitectónica municipal de la ciudad haré alusión a una figura ya en desuso que durante cierto tiempo se empleó como elemento en escudo exento o como parte del distintivo propio de la ciudad.

El dragón alado sobre manto azul. Grifo o serpiente. Ocno Bianor. La incorporación de este elemento en el escudo se debe a una oportuna mala interpretación de una leyenda que algunos autores apuntan a que fue utilizado por el propio Felipe III como fórmula propagandística para promocionar la capitalidad de Madrid. Si bien es cierto que esta leyenda aparece por primera vez en Madrid en la obra del historiador Jerónimo de la Quintana (A la muy antigua, noble y coronada villa de Madrid: historia de su antigüedad, nobleza y grandeza, 1629) son muchas las variaciones  que se han hecho de la misma a lo largo de historia.

Según esta leyenda, contada de manera muy escueta,  tras la guerra de Troya el sacerdote Tiresias estaba paseando por un bosque a la luz de la luna llena, cuando de un lago vio surgir un dragón. El dragón al alejarse del lago poco a poco se transfiguró en una bella muchacha, que al alejarse más del agua, le explicó que era una ninfa del lago, que solo estaría en la tierra durante el tiempo de la luna llena. Tiresias se enamoró de ella y tuvieron una niña, a la que llamaron Manto. Tras el nacimiento, la madre volvió al lago y desapareció.

Tiresias consagró a la niña al culto del dios Apolo como sacerdotisa, donde se hizo muy conocida por poseer el don de la clarividencia al igual que su padre. Pero la bella muchacha se enamoró de un joven guerrero de nombre Bianor, con quien tuvo un hijo ilegítimo al que llamaron Ocno Bianor, en honor de su padre. Pero con el paso de los años este apuesto guerrero llegó a convertirse en rey de los pueblos de la zona, al verse rey decidió no reconocer al joven niño, con lo que su madre y su hijo bastardo fueron expulsados del reino. Pasaron los años y cuando Manto era ya muy mayor, pensando ésta que estaba apunto de morir, le reveló a Ocno su origen y su premonición de que un día se convertiría en rey, pero le convenció para que al no tener reino donde reinar, él debía viajar por el mundo y allí donde tuviera una revelación sería proclamado rey. Finalmente tras la muerte de Manto, Ocno comienza a viajar por el mediterráneo, hasta llegar aquí, a esta parte de la península Ibérica. Lo que actualmente correspondería a Casa de campo.

Tras su larga travesía se echó a dormir agotado por las vicisitudes de su viaje. Durante el sueño se le aparece la figura de su madre y un extraño dragón, que hablando con la misma voz, le dicen que es aquí donde debe unificar a las tribus que pueblan esta zona y crear así su reino. Ocno decide fundar la ciudad de Mantua en honor a su madre. Convirtiéndose de esta manera en rey. Tal y como pronosticó su madre.

Con el paso del tiempo y viendo ahora el rey Ocno acercarse el final de sus días, decidió ceder su corona y acudir a las afueras de su reino, dejando tras de sí las murallas protectoras para adentrarse en el bosque, a lo que hoy en día correspondería con el terreno de la plaza mayor. En aquella época esta zona correspondía con uno de los numerosos lagos que poblaban la zona. Al llegar a la orilla del lago, decidió entrar en el agua y sumergiéndose en el interior, su madre Manto decidió convertirlo en un dragón para que de esta manera transformado en ser inmortal pueda proteger a su pueblo por la eternidad.

Esta leyenda logrará una gran aceptación en el Madrid del XVII, ya que de esta manera, el traslado de la capital del reino obtenía una mayor aceptación al tratarse de un honor o gran prestigio al ser su fundador  un héroe de origen griego.2 Tanto es así que en los documentos y actos públicos aparecerá con esta denominación. Buena muestra de ello será el plano de Madrid de Pedro Texeira (1656) que llevará la inscripción Mantua carpetanorum sive matritus urbs regia.

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