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En la línea de los que hoy se consideran los mejores observadores y divulgadores de la España de la primera mitad del siglo XIX, hay que otorgar el liderazgo a David Roberts, un artista escocés que viajó por nuestro país dibujando aquello que consideraba lo más atractivo o pintoresco. Residió en Madrid, durante unas tres semanas, dejándonos algunas de las imágenes más atractivas que hoy toca recuperar. D

Nuestro artista nació en el los alrededores de Edimburgo en 1796. De origen humilde hubo de trabajar en el oficio de la pintura como modesto ayudante, en las tareas más elementales de la profesión. Pudo pasar al mundo del teatro para decorar escenarios, en cuyo oficio recalaría en Londres, llegando a ocuparse de la primera representación del Rapto del Serrallo de Mozart en el Coven Garden de Londres en 1827, donde daría rienda suelta a su vocación orientalista. El año anterior había concurrido como pintor en la Royal Academy. Su estilo sería el paisajismo romántico para lo que recorrería buena parte de Europa y Oriente próximo. En su viaje a España, llegó a Madrid el 16 de diciembre de 1832 y aquí residió durante las fechas navideñas (emprendiendo el viaje hacia el sur el 9 de enero siguiente). En carta dirigida a su hermana decía nuestro artista: “la ciudad no tiene más que iglesias y conventos, y he realizado numerosos bocetos” Quizá extrañaba que la capital del reino no dispusiera de una catedral como la de Burgos, que pocas fechas antes había admirado y de la que había realizado una de sus mejores ilustraciones castellanas. Seis de sus dibujos realizados en Madrid aparecieron en la obra que ilustra el viaje de Roscoe (publicado en 1837), complementada con otra vista de un segundo libro del mismo autor que también incluye el recorrido por Marruecos. También en 1837 publica el propio Roberts otros dos de sus dibujos madrileños y, sin duda, habría algunos más, como se deduce de su aparición en el mercado de subastas de estos años.

En su repertorio de dibujos, especialmente en los dedicados a reflejar arquitecturas, se aprecia su destreza como escenógrafo. Pero en todos ellos está presente el “color local” reflejando y subrayando los tipos y costumbres de la población. Además conseguía un efecto singular gracias al punto de vista que adoptaba, al dominio de la luz y al juego de las tonalidades. Gracias a las litografías y grabados de Roberts, publicados con gran éxito, y de los dibujos, acuarelas y óleos, de más corta difusión, el público culto de Europa de su tiempo, accedió a vistas de lugares que por entonces eran prácticamente desconocidos -antes de la aparición de la fotografía-, dejando una notable influencia sobre numerosos artistas del momento, entre ellos nuestro Jenaro Pérez Villamil.

The Tourist in Spain, de Thomas Roscoe

            Thomas Roscoe fue un escritor británico que se especializó en libros de viajes: Suiza, Italia, Francia, España, Gales o Bélgica, integran su repertorio de relatos viajeros. En el IV tomo de su obra Tourist in Spain, editada por Robert Jennings and Co. en 1835, bajo el subtítulo de Biscay and Castile’s, se incluyen dos capítulos dedicados a Madrid. Sus textos no ahondan en las imágenes de Roberts que lo ilustran, por ello recurrimos también a otros cronistas anglosajones que nos visitaron en fechas cercanas a la estancia entre nosotros de este aventajado del paisaje romántico.

            Para reproducir las imágenes de Roberts, el editor escoge los mejores grabadores del momento, especializados en paisajes, que trasladaban las pinturas y dibujos de los más destacados artistas del momento (como Turner). Para las localizaciones madrileñas destacan las figuras de Edward Goodall (la puerta de Fuencarral y la fuente de Atocha) y James Baylis Allen (calle de San Bernardo y altar de San Isidro). Otros artistas que se ocupan de las restantes estampas fueron James Tibbits Willmore (calle de Alcalá), Robert Wallis (Palacio Real), Ebenezer Challis (Hospicio), Thomas Shotter Boys (puente de Toledo) y John Cousen (fuente del Prado).

La Puerta de Fuencarral

     El relato de Roscoe se limita a simples adjetivaciones: “De la puerta majestuosa de Fuencarral, que se abre sobre el camino de Segovia, se contempla a un lado una planicie desnuda y sin límites que se extendía más allá del puente [de Herrera]; al otro, aparecía toda la grandiosa pompa y ceremonial de sus majestuosas torres, puertas y plazas, cuyos nombres resonaban con un eco oriental,…” El dibujo de Roberts es mucho más expresivo pues proporciona una interesante imagen de la ciudad por el norte. La estampa permite advertir el paso de un destacamento de soldados que se encamina a la puerta de Fuencarral, que abría paso a la calle Ancha de San Bernardo, distinguiéndose las Salesas Nuevas, el Noviciado de los Jesuitas, la torre de la iglesia de los benedictinos de Montserrat, el Palacio Real (algo sobredimensionado) y, a la derecha, la gran cúpula de las Comendadoras de Santiago (en una atractiva visión que favorece la escenografía respecto a la realidad topográfica). No menos llamativa es la presencia del pueblo llano, vitoreando a la soldadesca que aparece acompañada de sus banderas, cañones, fusiles, tambores,…

Podrás leer el artículo completo en el número 79 de Madrid Histórico