Un documento administrativo de 1691 da cuenta de la fundación en Madrid de una casa para el recogimiento de mujeres de dudosa conducta. Un año antes, habían estado recluidas en el Hospicio sin las debidas condiciones de seguridad.
La Cámara del Consejo de Castilla ordenó el traslado de las presas al Colegio de los Desamparados situado en el número 117 de la calle Atocha. La nueva institución fue conocida como Colegio de San Nicolás de Bari, allí iban las mujeres que «olvidadas de su honor o de la fidelidad conyugal incurrieran en algún delito de impureza».
El adulterio femenino siempre se penalizó de forma rigurosa, desde la pena de muerte contemplada en el Fuero Real hasta la reclusión en cadena perpetua. Los Austrias dictaron severas leyes para contener la inmoralidad sexual, normas que daban pleno derecho al marido para ejecutar a la mujer infiel y a su cómplice. Este derecho lo podían ejercer incluso los hermanos y el padre de la adúltera.
Este artículo aborda cómo vivían estas mujeres en esta institución que no era más que una cárcel, algo singular. Se explica cómo era su vida cotidiana y quiénes iban a parar a ella. Un relato que nos acerca la desigualdad jurídica de la mujer frente al hombre en, este caso, cuestiones de adulterio.
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