En medio de lo que hoy consideramos el corazón financiero de Madrid hubo, en su día, un frondoso jardín, conocido como La Huerta de Cánovas. Más concretamente en la manzana delimitada por las calles de Serrano, General Oráa, Hermanos Bécquer, la antigua calle Martínez de la Rosa o de la «S» y el Paseo de la Castellana.
Hasta mediados del S. XX le levantó allí un espectacular palacio rodeado de un espléndido parque cuyo dueño fue el político Cánovas. Reyes, aristócratas, diplomáticos, políticos e intelectuales frecuentaron aquel lugar en numerosas ocasiones especiales, como bailes, banquetes, tertulias…etc.
En 1860 se aprueba por real decreto la Memoria descriptiva del anteproyecto de ensanche de Madrid presentada por el ingeniero Carlos María de Castro, en el que Madrid queda organizado en tres áreas diferenciadas según la posición y fortuna de sus habitantes: centro, ensanche y extrarradio. En ese contexto queda reservado el eje norte- sur, Prado- Recoletos- Castellana para la nueva aristocracia.
Sería Joaquín José de Osma, ministro plenipotenciario de la República del Perú, quien eligió la vieja huerta que descendía por la ladera de un suave montículo hacia la antigua plaza de la Fuente de la Castellana, para construirse su palacete en 1880. Un palacio que fue disfrutado por él su familia hasta que fue cedido a su hija Joaquina cuando se casó con Antonio Cánovas del Castillo.