La guerra civil española está llena de historias desconocidas y en muchas ocasiones casi inéditas para nosotros a día de hoy. Sin embargo, algunas de ellas dejaron un fuerte impacto en la vida cotidiana de los madrileños en la retaguardia de la guerra y, a pesar del silencio de unos y de la reinterpretación de otros, al final fue una vez más la población civil madrileña la que sufrió las consecuencias de las duras condiciones de guerra. De todas estas historias, la de la explosión del metro de Madrid en 1938 es una de las más llamativas.
Durante la guerra civil española, la ciudad de Madrid fue intensamente atacada y bombardeada por la aviación franquista, ya fuese por tierra desde las posiciones nacionales ubicadas en la Casa de Campo, ya fuese por aire a través de la aviación que castigaba constantemente a la capital de la República, aunque su gobierno central no se encontrase en esta ciudad.
Tanto para unos como para otros, Madrid era un símbolo, cuyo mantenimiento o caída iba a decidir el curso de la guerra. Debido a ello, la ciudad se convirtió en un peligroso lugar para vivir por la presencia constante de bombas y metralla que caían de cielo y tierra, y por los combates que se libraban muy cerca del centro de la ciudad.
Debido a ello, la población madrileña, a lo largo de los tres años de la guerra, se vio obligada en no pocas ocasiones a hacer uso de las estaciones subterráneas del metro de Madrid, a una gran profundidad y fuertemente protegidas por metros y metros de cemento y hormigón, como improvisados búnkeres defensivos, y así protegerse de los peligros de los bombardeos y de la guerra.
A pesar de ello, ese no fue únicamente su uso. Por el mismo motivo que las personas civiles se refugiaban en el metro (protegerse de las bombas y la munición nacional), también la Junta de Defensa del Madrid republicano empezó a barajar desde el mismo 1937 la opción de resguardar la munición y las bombas republicanas bajo el suelo del metro y así ponerlos a salvo de los ataques nacionales; debido a ello, muchas estaciones del metro de Madrid se convirtieron, además de búnkeres para la población, en improvisados polvorines y acuartelamientos del armamento republicano, con el consiguiente peligro para los que se refugiaban dentro o vivían en las cercanías de las estaciones de que ocurriera algún accidente, como el que de hecho ocurrió poco antes de finalizar la guerra, en enero de 1938.