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06-097-invent231340001rde-la-cruz-dombrizEl siglo XVIII marca una España de renovaciones pautada por la llegada de la dinastía Borbón, de la que sobresale, en su segunda mitad, el reinado de Carlos III. El programa reformista se apoya en una política de propaganda que sitúa a la nación en el mapa europeo. En este contexto, el papel de los sitios reales será decisivo. La predilección por Aranjuez iniciada por su antecesor Fernando VI y fomentada en el periodo carolino convierten al enclave a orillas del Tajo en el muestrario más completo de los avances ilustrados, en el prototipo hispano de la valoración de la naturaleza y, por tanto, en la imagen de mayor proyección, por su modernidad, en el continente.

Esta imagen de Aranjuez, construida sobre la literatura y sobre la obra gráfica, es alentada por la incorporación de la península a los circuitos tradicionales del Grand Tour. Sobresalen, sin embargo, tres figuras que desarrollan distintas percepciones para una misma realidad: Domingo de Aguirre, Lord Grantham y Frederich Schiller. A ellos corresponden respectivamente tres ámbitos para el desarrollo de la imagen: la que se forja dentro de la nación, la que se crea desde la mirada de un europeo y la que surge en la misma Europa de la mano de quien nunca estuvo en España.

El ingeniero y capitán de infantería Domingo de Aguirre (Orán, ca. 1742-Madrid, 1805) ejemplifica las relaciones estrechas que existen entre el ejército, la ingeniería y el arte. Uno de sus trabajos será el encargo oficial de levantar un plano y una serie de diez vistas del Real Sitio de Aranjuez, que va a ocupar su actividad entre 1772 y 1775. El espíritu ilustrado de la obra de Aguirre se explica por una finalidad práctica de la misma. La difusión de los grabados de los diez dibujos y del plano se plantea como tarjeta de visita en las cortes europeas. Por expreso deseo de Carlos III, se enviaron a cada una de ellas dos ejemplares de la conocida como Topografía del Real Sitio de Aranjuez (1773). Algunos viajeros, como Talbot Dillon, Conca o Nicolás de la Cruz mencionan el plano en sus relatos. Lord Grantham, el embajador británico, en 1776 ha podido contemplar por primera vez los grabados de Domingo de Aguirre en el despacho de Grimaldi.

A través de la fidelidad corográfica y de la detallada toponimia Aguirre representa todos y cada uno de los elementos que integran el lugar que se extiende sobre el eje del río Tajo. Así pueden distinguirse las zonas que ha reconocido la UNESCO como paisaje cultural y que han permitido la inscripción del lugar en la Lista de Patrimonio Mundial. No solo aparece el Aranjuez del palacio y los jardines. Se incluye el damero de la ciudad aún inconclusa, y una de las áreas más interesantes y desconocidas: el desarrollo de plazas y calles arboladas que circundan el núcleo residencial, una zona de huertas cuyo origen se sitúa en el reinado de Felipe II, y que Carlos incrementa, y que será el escenario para el desarrollo agropecuario inspirado en los principios fisiocráticos de la época. A Carlos III pertenece la creación de dos hitos esenciales del Aranjuez ilustrado: la Casa de la Monta (que alberga la Real Yeguada) y el Real Cortijo de San Isidro, colonia experimental destinada a la producción vinícola y aceitera.

Podrás leer el artículo  completo en el número 66 de la Revista Madrid Histórico