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Esta es la historia de la Colonia Rubio, una colonia de veraneo creada en Guadarrama a principios del siglo xx, aprovechando la inmediatez de las aguas de La Porqueriza. Durante unos años, fue el lugar de moda y de referencia en el turismo madrileño. Tras tener varios usos sanitarios durante los años 20, la Guerra Civil acabó con sus edificios, y hoy nada de aquello queda en pie. Que sirvan estas líneas de recuerdo para quienes allí pasaron muy felices momentos hace ya un siglo.

Desde tiempo inmemorial, las gentes de Guadarrama conocían y utilizaban las aguas del manantial de La Porqueriza para tratar dolencias digestivas y de la piel. En el año 1884 el Ayuntamiento mandó al Dr. Vicente Vera que analizase la composición de las aguas, que estaban en una finca que era de su propiedad, con el resultado de ser sulfuroso-sódico-nitrogenadas. En 1891 el maestro del pueblo, Luis de León, publicó un librito muy interesante donde, analizando la realidad de Guadarrama en esos momentos, proponía una serie de mejoras para la villa, y entre ellas destacaba sobre todo la de acondicionar convenientemente el manantial, entonces muy descuidado y sucio por dejadez, principalmente de sus propietarios municipales. Con estas mejoras, las aguas de La Porqueriza podrían convertirse en la principal fuente de riqueza y de desarrollo del pueblo de Guadarrama. Y es que en esos últimos años del siglo xix, era ya grande el número de gente que venía al pueblo a disfrutar de la bondad de las aguas, aun sin condiciones adecuadas de alojamiento ni de servicio a los agüistas. Unas aguas que ya eran conocidas, pero cuyas virtudes y bondades terapéuticas fueron difundidas y propagadas por el famoso Dr. Federico Rubio y Galí entre sus amigos y pacientes.

En 1896 el Ayuntamiento de Guadarrama solicitó al Real Consejo de Sanidad la declaración de Utilidad Pública de las aguas de La Porqueriza, lo que tras varios trámites se concedió en julio de 1901. En esta declaración se indicaba expresamente que el único autorizado para construir un balneario en esas aguas era el consistorio de Guadarrama. Pero este ni lo hizo ni permitió que otros lo hicieran. No obstante, un grupo de inversores habían sido previsores y se habían constituido en sociedad mercantil (luego sociedad anónima) en octubre de 1900; también habían comprado una finca inmediata a La Porqueriza y habían puesto en ella la primera piedra de un hotel para que allí se alojasen quienes deseasen tomar las ya famosas aguas.

En tiempo récord se construyó el hotel, pues su inauguración tiene lugar en julio de 1901, con asistencia de la prensa, de diferentes autoridades, etc., y del propio Dr. Rubio, quien había insistido varias veces en que él no tenía que ver con esta empresa, únicamente como agradecimiento había dejado que pusiesen su nombre a la colonia.

Al verano siguiente (1902) se inauguran la capilla y el casino. De esta manera, vemos que la Colonia del Dr. Rubio estaba compuesta por un hotel, con tres plantas y buhardillas, de gran calidad constructiva, con habitaciones dobles e individuales, buenas cocinas y magnífico restaurante y lujoso comedor. Estaba dotado además de todos los servicios para la necesaria comodidad de los residentes, tales como estanco, botica, teléfono, telégrafo, etc. También nueve hotelitos individuales, variados, muy originales en su construcción, de una y dos plantas, que serían sin duda las construcciones de mejor calidad de todo Guadarrama. Una capilla de ladrillo, muy coqueta, en estilo neomudéjar, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción. Un casino de una planta, con un patio interior «a la andaluza», con diferentes estancias para esparcimiento de los veraneantes, como salón de juegos, de teatro, pequeña cafetería, peluquería higiénica, etc.; además, existían edificios anexos, como cocheras, cuadras y una pequeña vaquería. A todo alrededor y en medio de la colonia, extensos paseos arbolados que fueron desarrollándose con el tiempo.

Aunque hubo un proyecto inicial del arquitecto Pablo Sánchez y Alonso-Gascó, los edificios de la colonia fueron levantados por el coronel de Ingenieros Eligio Souza, quien había construido varias fortificaciones en Puerto Rico y Melilla, y era miembro de la sociedad dueña de las instalaciones. La temporada era básicamente estival, de junio a septiembre, aunque podían flexibilizarse las fechas. Los precios atractivos: desde 8-9 pesetas por día la pensión completa en el hotel, hasta unas 800-1200 pesetas por temporada en los hotelitos. Allí trabajaban camareros, cocineros y personal variado en el hotel, y para toda la colonia había guardas, con residencia todo el año, jardineros, peluqueros, cocheros, encargados del mantenimiento, etc., así como un cura que daba misa en la capilla los domingos y festivos y un médico que cuidaban de la salud de los residentes. Entre ellos destacaron los doctores José Verdes-Montenegro y Eduardo Méndez del Caño.

Podras leer el artículo completo en el Número 69 de Madrid Histórico

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