La génesis de la Ciudad Universitaria se debió a la dispersión, durante el siglo xix, de las distintas facultades en el interior de la capital –en calles como las de Atocha, Noviciado o Toledo…–, que obligó a plantear la necesidad de agruparlas en un nuevo espacio inherente donde se construyeran edificaciones aptas para educar a un número de alumnos que iba in crescendo con el paso del tiempo. Madrid no disponía de un ámbito universitario comparable al de otras ciudades europeas, ni podía invocar siquiera a una tradición universitaria. Fue por tanto a mediados del siglo xix cuando se desarrolló el marco histórico de una ilusión. Se iniciaba así una política universitaria liberal bifurcándose de la tutela de la Iglesia, centralizándose y secularizándose.
Como dijo don José Castillejo, secretario de la Junta de Ampliación de Estudios creada en 1907 –y heredera de la Institución Libre de Enseñanza, aquel intento pedagógico de inspiración krausista fundado en 1876–, el siglo xix español fue un siglo de enfrentamientos y de «guerra de ideas».
La Ciudad Universitaria se edificaría en los terrenos de la finca de la Moncloa, propiedad desde finales del siglo xviii de la Corona, antes finca de la Florida. El 2 de agosto de 1613, el licenciado Cuellar, teniente corregidor de la villa de Madrid, vendió a don Bernardo de Sandoval y Rojas, cardenal arzobispo de Toledo, la denominada finca de la Florida. Don Bernardo traspasó, el 17 de marzo de 1617, dicha finca al también cardenal Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, duque de Lerma. Siete años más tarde fueron cedidos estos terrenos a la Compañía de Jesús de la villa de Madrid.
El siguiente propietario sería Manuel de los Cobos y Luna, marqués de Camarasa y adelantado mayor del Reino de Galicia, comprándola el 24 de abril de 1638. Cuando falleció Camarasa en 1646 dejó por herederos al convento del Ángel de Granada, de Religiosas Descalzas de la Orden de San Francisco, donde estaba como monja profesa su hija, María de las Llagas, siendo, además, la madre abadesa. Esta Congregación enajenó la finca a Francisco de Moura y Corte Real, conde de Lumiares.
A finales del siglo xviii, entre 1789 y 1800, compró el rey Carlos IV al duque de Osuna y a la marquesa de Castel Rodrigo parte de las tierras localizadas en la Montaña delPríncipe Pío de Saboya. Y el 7 de julio de 1792, Isabel María Pío de Saboya, princesa de San Gregorio y marquesa de Castel Rodrigo, vendió la finca que nos ocupa al citado rey Carlos IV. La esencia de los terrenos fue recordada con nostalgia el 8 de noviembre de 1932 por el jefe de Gobierno Manuel Azaña, cuando Negrín, entonces secretario de la Junta de la Ciudad Universitaria, le trasladó al emplazamiento donde se iniciaban las obras para la ejecución de la citada Ciudad Universitaria que estudiamos.
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