La figura de Alfonso XII (1857-1885) ha pasado de forma discreta por la historia de España debido a la brevedad de su reinado. Sin embargo, es interesante enfocar la política exterior que llevó a cabo, casi de manera personal, con la gran potencia hegemónica de Europa en ese momento: el II Imperio alemán. El rey español demostró una clara tendencia germanófila en el extranjero que casi a punto estuvo de establecer una alianza con la Alemania de Bismarck.
El recuerdo de Alfonso XII, tal vez, esté aún muy mediatizado por el cine, en concreto por la película ¿Dónde vas Alfonso XII?, del director Luis César Amadori, en la cual un amoroso rey se deshace en pasión hacia su esposa, María de las Mercedes. Hubiese amor sincero o no, el hecho es que la joven reina murió con apenas 18 años el 23 de enero de 1878 tras solo cinco meses de matrimonio. El joven rey estuvo viudo poco tiempo ya que contrajo matrimonio al año siguiente con una prima segunda del emperador de Austria y rey de Hungría Francisco José, María Cristina de Habsburgo. Curiosamente se casaron un día después del cumpleaños de Alfonso XII, el 29 de noviembre de 1879 en la madrileña basílica de Atocha. De esta manera, como tantas veces en la historia de España, las dos familias reales más influyentes de Europa, Borbones y Habsburgos, quedaban, de nuevo, entrelazadas.
Al estallar la Revolución Gloriosa en septiembre de 1868 con el destronamiento de Isabel II, un infantil Alfonso se vio obligado a seguir el camino del exilio junto a toda la familia real española. París fue el lugar de exilio de los Borbones españoles ya que Francia, bajo la égida del emperador Napoleón III, atendió a los desterrados reales, aunque en el horizonte no se veían buenos presagios para Francia. Alfonso comenzó a estudiar en el Colegio Stanislas, de la calle de Nôtre Dame des Champs. Mientras el infante estudiaba, la Corona de España, que algún día venidero ceñiría, era subastada al resto de Europa. El gobierno provisional buscó candidatos entre las casas reales europeas para que aceptaran la Corona española. Se presentaron varios candidatos: el duque de Montpensier (familia Orleáns) por parte de Francia, Fernando de Coburgo (Portugal), el general Espartero, etc. Finalmente, el elegido fue el príncipe Amadeo, duque de Aosta, de la familia Saboya (Italia).
A pesar de esta elección que supuso la entronización de un príncipe italiano en el Reino de España, fue la candidatura de Leopoldo de Hohenzollern-Simmaringen la que desató más pasiones y algún problema internacional. El hecho futurible de que un príncipe de origen alemán (prusiano para más señas) se sentara en el trono de España causó conmoción en Francia y un verdadero temor en el emperador Napoleón III. Fue tal la crispación que la crisis de elección de un rey para España y los tejemanejes del canciller prusiano Otto von Bismarck (telegrama de Ems) fueron los detonantes de la guerra franco-prusiana (1870-1871).
Este conflicto fue uno de los más determinantes en la historia contemporánea de Europa puesto que vio nacer una nueva potencia, el Imperio alemán, que trastocaría todas las relaciones internacionales del continente en los siguientes años. La guerra fue declarada por Francia a Prusia en 1870 y, gracias a la habilidad diplomática de Bismarck, todos los estados alemanes (Baviera, Hannover, Sajonia, etc.) se unieron al esfuerzo militar prusiano. El ejército francés se vio superado por el empuje alemán y su nuevo modo de hacer la guerra. El propio emperador Napoleón III fue tomado prisionero tras la batalla de Sedán y conducido a Alemania. En París se proclamó la III República francesa mientras las tropas alemanas ponían sitio a la ciudad. Con la amenaza del peligro inminente y la dureza del asedio alemán se formó una especie de contrapoder: la denominada «Comuna de París».
En este ambiente de penurias, inestabilidad y radicalismo, la familia real española abandonó París. La educación del joven príncipe español se vio bruscamente interrumpida y su familia decidió que Viena ofrecía mejores perspectivas de asentamiento. Mientras Guillermo I, rey de Prusia, era proclamado káiser del recién nacido II Reich alemán, en el Salón de los Espejos de Versalles, Alfonso ingresó en el Colegio Teresiano. Igualmente hizo una visita al palacio Nymphenburg, de Múnich, para practicar el alemán con sus primos Luis Fernando y Alfonso, hijos de su tía la infanta Amalia, hermana del rey Francisco, quien se había casado con el príncipe Adalberto de Baviera. Esta raigambre germánica que iba desarrollando Alfonso no fue óbice para que visitase otros países europeos y completara su formación en ellos. Los preceptores reales decidieron que era conveniente que Alfonso se estableciese en Gran Bretaña; la monarquía más consolidada de Europa y espejo de poder por su imperio colonial y flota. Alfonso ingresó en la Academia de Sandhurst en el otoño de 1874. Esta estancia supondría un gran desarrollo personal para el futuro monarca mientras España conocía los alborotos y radicalismos del Sexenio Revolucionario (1868-1874). Después de conocer una revolución, la monarquía de Amadeo de Saboya, la I República y la dictadura de Serrano, en España se empezaron a poner las bases para un inminente restablecimiento de la monarquía borbónica
Podrás leer el artículo completo en la revista Madrid Histórico 73