Como introducción a este artículo, contaré una anécdota muy ilustrativa de lo que voy a escribir luego. Ocurrió en la importante empresa AUDEMA, cuando la visitamos, mi marido y yo. Se nos enseñó un trozo de cerámica, marcada con incisiones post-coctionem, probablemente hechas con punzón de hierro; representaba la letra H (het) del alfabeto fenicio arcaico, aunque tenga dos palos casi verticales y cuatro horizontales en lugar de tres. Esta cerámica había sido encontrada en excavaciones de Villaverde Bajo (Las Camas) y fue datada del siglo IX a. C., tanto por medio de la paleografía como del C14. El amigo arqueólogo, que nos había invitado, nos dijo que encontrar una cerámica de este tipo no indicaba que los fenicios se hubiesen establecido en la meseta madrileña en la época de la Edad del Bronce final. Entonces los habitantes del lugar no usaban todavía la rueda del torno para cerámicas, ni tampoco herramientas de hierro, como se empleaban ya en Tiro o Cartago, ni ellos conocían la escritura. Sin embargo, por la meseta madrileña pasaban muchos viajeros y dejaban restos de objetos de su comercio o de su uso personal. Escribía Rafael Fraguas en el diario El País el 26 de noviembre de 2006: «Según explica Luis Alberto Ruiz Cabrero, especialista en civilización fenicia y profesor de Historia Antigua de la Universidad Complutense, «lo normal solía ser que los propietarios de ajuares de cerámica, generalmente comerciantes ágrafos o analfabetos, los signaran con un aspa o cruz, pero la particularidad de este testimonio es su personalización con rúbrica». A juicio de Ruiz Cabrero, «la presencia de un documento fenicio en las inmediaciones de Madrid podría explicarse por su traslado a cargo de un viajante fenicio» -no iletrado- «que hubiera seguido la ruta ganadera y de la sal, ya que ambas coincidían, y que conectaba el litoral atlántico onubense con el norte de España».
Es imprudente lanzar noticias arqueológicas en la prensa o en revistas, sin presentar informes debidamente documentados por profesionales para apoyar lo que se expone en ellas. Yo soy una profana en los dominios de la arqueología o de la prehistoria entre otros, aunque tengo un gran interés por la historia de Madrid; solamente doy credibilidad a las noticias verdaderamente documentadas y publicadas por arqueólogos, así como a las opiniones de historiadores especializados.
Hablaré particularmente de la excavación realizada en la calle Angosta de los Mancebos nº 3, que se encuentra en el Cerro de las Vistillas (Madrid). Sobre esta excavación, que se realizó en dos etapas entre 1984 y 2002, se han hecho muchas conjeturas antes de tener una documentación completa, que hasta la fecha esperamos.
Calle Angosta de los Mancebos 3, Madrid: LO QUE SE SABE.
En 1984, el propietario del solar de la calle Angosta de los Mancebos 3, donde se proyectaba construir un edificio nuevo, pidió que se hiciera una investigación arqueológica del lugar, siguiendo las exigencias de Patrimonio, antes de toda actuación inmobiliaria en los solares, por los cuales podían haber transcurrido las antiguas murallas de Madrid. Los directores de la intervención fueron tres: Luis Caballero Zoreda, Mª del Carmen Priego Fernández del Campo y Manuel Retuerce Velasco. La primera excavación arqueológica empezó el 9 de abril 1984 y terminó el 25 de mayo 1984. Se hizo un informe de ella que fue publicado en 1985.
En el solar, no se encontraron vestigios de muralla, aunque sí, antes y después de esta fecha, se constataron en lugares vecinos muy cercanos. Sin embargo, se hallaron otros restos: cerámicas y huesos de animales, material que parece corresponder a la Edad del Bronce Medio o Pleno (II milenio a. C.), sin presencia de metal.También se encontraron muestras de las etapas romana, islámica y moderna. Se dio la autorización de construir un edificio bastante estrecho, reservando un espacio para investigaciones futuras. Los arqueólogos decidieron asistir a los trabajos de excavación y construcción del inmueble.
La estructura examinada durante los meses de abril y mayo 1984, interpretada según los restos encontrados pocos meses antes en la plaza de Los Carros muy cercana, tiene importancia porque permite imaginar, con cierta lógica, cómo podían vivir antiguos pobladores del Cerro de Las Vistillas, cerro más alto que el que se sitúa enfrente y que llegó a ser el Mayrit árabe del siglo IX d. C. Los dos cerros estaban separados por el Arroyo de San Pedro, hoy calle de Segovia. Conviene entender este descubrimiento, teniendo en cuenta que el Cerro de las Vistillas es muy parecido topográficamente a otros de la meseta madrileña que fueron ocupados por habitantes de la Edad del Bronce y tuvieron las mismas características. También conviene distinguir testimonios de una simple presencia humana pasajera y los de un asentamiento humano duradero.
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