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El monasterio de El Escorial se nos presenta habitualmente como un emblema de la historia y el arte del Renacimiento español. Siempre asociado a su fundador, Felipe II, el monumento ofrece unas connotaciones de austeridad, e incluso oscuridad, debido no sólo a las rectas líneas del edificio y al plúmbeo aspecto de la piedra granítica, sino también en gran medida a la leyenda negra creada en torno a la dinastía de los Austrias y sobre todo al rey Prudente, precisamente fallecido en su querido monasterio.

Pero, por otro lado, existe una historia alternativa y bastante desconocida del monasterio, que afecta a sus principales y perpetuos habitantes desde 1563 hasta su expulsión en 1837: los monjes jerónimos. Además, junto a los monjes vivía una gran cantidad de niños, sirvientes e incluso, en algún momento, esclavos. Todos ellos fueron protagonistas de multitud de pequeñas historias y anécdotas de la vida cotidiana.

En nuestro libro nos hemos acercado a este impresionante lugar de una forma rigurosa y bien documentada, aunque desde la perspectiva de lo curioso, anecdótico y misterioso. Conoceremos el monasterio no visitable en las guías turísticas al uso, penetrando en los lugares más recónditos y misteriosos, hasta ahora prácticamente desconocidos para el gran público. En este artículo ofrecemos una selección de todas esas curiosidades, anécdotas y misterios que salpican los diversos bloques temáticos en que se divide el libro, haciendo atractivo y ameno el acercamiento al arte y a la historia de este emblemático lugar.

El edificio. Sus fines y usos

El monasterio de El Escorial fue construido por Felipe II como una especie de obligación monárquica heredada de su padre, Carlos V, con el principal fin de albergar en su interior un panteón para el reposo de los reales difuntos. Pero en realidad para el monarca fue algo más que eso, pues junto al panteón, la iglesia y el convento jerónimo construyó un palacio, al que acudía con mucha frecuencia. Tanto amaba el rey este lugar que algunos de sus coetáneos llegaron a decir que «permanece la mayor parte del tiempo en su monasterio de El Escorial y tiene tanta afición a estos monjes de San Jerónimo que es algo increíble». De hecho, allí quiso morir, desplazándose dificultosamente —por su enfermedad de gota hubieron de transportarle a pie sobre una silla especial— unas semanas antes cuando vio que se acercaba el final de su vida.

Pensado para albergar a cincuenta monjes, en 1564 decidió Felipe II ampliar la traza original para que dicho número fuese aumentado a cien, quedando el aspecto del edificio tal y como hoy en día podemos apreciar.

Además de su principal función fúnebre, el monasterio tuvo otros usos, descritos a continuación:

1.º. Basílica: en su origen, sólo accesible a la familia real, a los monjes jerónimos y a la nobleza; en el siglo xix comenzó a ser permitido el acceso al pueblo llano.

2.º. Panteón real: lugar de enterramiento de los reyes y Familia Real.

3.º. Biblioteca: tenían acceso los monjes para el estudio, así como todos aquellos forasteros interesados y con la pertinente licencia del rey.

4.º. Seminario: donde se formaba en gramática latina, canto y cosas de iglesia a jóvenes con el último fin (aunque no obligación) de ordenarse como sacerdotes.

5.º. Colegio de filosofía y teología: para religiosos jerónimos, del propio monasterio o de otros de la orden, que quisiesen profundizar en este tipo de estudios.

6.º. Hospital o enfermería: para pobres; situado en el edificio anexo de la compaña, donde además de atención sanitaria se proporcionaba alimento, ropa y calzado a aquellas personas que lo necesitasen.

7.º. Convento: lugar en el que habitaban los monjes jerónimos y gran parte del personal a su servicio. La elección de la Orden de San Jerónimo responde a una tradición que ya se remontaba varios siglos atrás y tenía su ejemplo más reciente en la elección del retiro al monasterio de Yuste por parte del emperador Carlos V.

8.º. Noviciado: era un importante grupo o colectivo de aspirantes a monjes, con un régimen muy similar al del seminario.

9.º. Palacio real: lugar en el que se alojaban el rey, su familia y criados principales. Con el tiempo, ya en el siglo xviii, la Corte fue ocupando otras dependencias, tanto de la zona conventual como de la compaña y de las casas de oficios, situadas frente al lado norte del monasterio.

Las leyendas. La boca del Infierno

 Por lo que respecta a las leyendas generadas en torno al emplazamiento escogido para la obra laurentina —y en general sobre la construcción del monasterio—, se debe advertir que la gran mayoría fueron generadas, o cuanto menos potenciadas, por los autores que fomentaron la leyenda negra de Felipe II y de los Austrias. Las más abundantes son las que relacionan el lugar con el diablo o con el Infierno, cuyo probable origen resida en la anécdota que refiere el cronista fray Juan de San Jerónimo sobre la visita que hicieron al sitio varios padres jerónimos junto con el secretario del rey y el arquitecto Juan Bautista de Toledo el 30 de noviembre de 1561 por orden de Felipe II. Al parecer, les sorprendió una gran tempestad de aire que les hizo dar marcha atrás, a lo que uno de ellos dijo: «Esto hace el demonio para nos engañar, pero no sacará dello nada, que pasar tenemos adelante y él quedará por ruín». Al día siguiente les escribió el rey para que no se alarmasen, pues también hubo fuertes vientos en Madrid.

Hasta aquí, la historia. Pero a partir de ahí parece comenzar la leyenda, cuya forma más común es la que describe el lugar como la «puerta o boca del Infierno», que viene a decir que Felipe II habría construido su monasterio —exactamente, la basílica— sobre esta puerta para cerrar su acceso. Esta leyenda, a su vez, parece entroncar con otra de origen supuestamente medieval que dice así:

Lucifer vivió en una cueva situada a los pies del monte Abantos (sierra de Guadarrama), justo los días entre la expulsión de las cortes celestiales y su destierro al Infierno. En esos días, el ángel rebelde comenzó su andadura por toda la tierra donde creó siete puertas para acceder a las tinieblas. Una de ellas estaría en San Lorenzo de El Escorial.

El contenido de esta dudosa leyenda no puede ser verificado ni tan siquiera desde el punto de vista literario, sino que parece tratarse más bien de un batiburrillo de ideas que probablemente esté relacionado con el anterior relato de fray Juan de San Jerónimo y con el comentario que hizo fray José de Sigüenza sobre otro extraordinario temporal de viento que tuvo lugar el 6 de febrero de 1574, durante un importante funeral: «Comenzaron los Príncipes de las Tinieblas a revolver el tiempo y a despertar un viento tan fiero y tan furioso, que puso admiración, grima y pavor, porque parecía se habían abierto las puertas del Infierno para arrebatar las piedras de esta casa».

Bartolomé Carducho: Fray José de Sigüenza. Monasterio de El Escorial, Patrimonio Nacional. Fue el principal cronista del monasterio y de la orden jerónima en el siglo xvi.

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