En un hotelito particular de la calle Wellingtonia del Parque Metropolitano de Madrid, pasó gran parte de su vida el poeta de la Generación del 27 y Nobel de Literatura, Vicente Aleixandre Merlo. Aunque la dirección actual, en honor del autor, es calle de Vicente Aleixandre, número 3, permanece en la memoria el aura de la denominación que castellanizó el poeta: Velintonia, nombre por el que al final es conocida la propia casa.
Por Velintonia pasaron grandes figuras de la poesía a visitar, a charlar, a disfrutar de un estímulo intelectual colectivo en un mundo protegido del mundo; un refugio donde, dicen, Aleixandre encontró la forma de sobrevivir al franquismo en un «exilio interior». El escritor habitó Velintonia hasta su muerte en 1984. En la actualidad, aún en posesión de sus herederos, la casa permanece en silencio, cerrada y vacía. Un silencio que duele en una sociedad moderna en la que la cultura es —o debería ser— un pilar fundamental.
Últimamente se habla mucho de la casa del poeta Vicente Aleixandre. Su importancia como lugar de memoria o sitio histórico, se erige como un hito de nuestra literatura española moderna. Y es precisamente este aspecto el que cada vez que se reivindica la casa se expone sobre la mesa. Sin embargo, al silencio de la casa le acompaña su propia historia, muda y desconocida. Y es que hacer hablar a las piedras es una misión prácticamente de forense. Los protagonistas humanos que podrían despejar las dudas hace mucho que nos dejaron. Y es así como la memoria de un pueblo que no está escrita se desvanece con la muerte de sus recordadores. Hay que recurrir a datos de archivo, a hemerotecas, textos… Cualquier pequeño detalle puede desvelar el hilo conductor y descubrir lo que pasó.
Los protagonistas de esta historia son en realidad dos familias, la de Aleixandre y la del arquitecto que hizo la casa. Es fascinante desempolvar personajes de los que ya nadie habla y situarlos en su época, en su momento, y darse cuenta de su papel, ciertamente interesante.
El encargo: una casa en Wellingtonia
Don Cirilo Aleixandre y Ballester, ingeniero militar, domiciliado en el número 40 de la Carrera de San Jerónimo, solicitaba el 17 de junio de 1926 licencia para «construir una vivienda-hotel en el Parque Metropolitano de Madrid, en el interior del solar n.º 6 de la calle de la Velingtonia esquina a la del Atajo, situado en la 1.ª Zona del Ensanche». Se trataba de una vivienda unifamiliar exenta con dos plantas y semisótano, cubierta a varias aguas y un jardín alrededor. Contaba con miradores y un pequeño pórtico de acceso que se configuraba como soporte de un balcón en la planta superior. El terreno constaba de cierta pendiente y se accedía desde la actual calle de Vicente Aleixandre, separándose pocos metros para reservar mayor espacio al jardín en la parte posterior. El arquitecto encargado del diseño fue Lorenzo Gallego Llausás, al que dedicaremos un capítulo aparte.
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