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La villa y corte de Madrid encierra muchos secretos, que se van decantando, ocultos por el tiempo, unas veces por el olvido que conlleva la vorágine de los acontecimientos del día a día de la ciudad y otras veces porque sus vestigios han desaparecido bajo una piqueta despiadada, que ha borrado su recuerdo. Uno de los asuntos poco tratados es la organización de los correos centrales que han tenido lugar en las inmediaciones de la Puerta del Sol y que han sido de vital importancia en las comunicaciones de la nación. En este artículo desvelaremos algunos de ellos, no todos, ni mucho menos, por falta de espacio, por una parte, y por otra, porque aún quedan muchos misterios por desvelar.

La Puerta del Sol, hasta mediados del siglo xix, no era más que un trozo de calle más ancho. En 1844 en su Manual histórico topográfico, Mesonero Romanos, nuestro cronista favorito de la villa, la describía de esta manera:

Esta plaza más famosa por su concurrencia y posición central, que por su belleza, se llama así por una imagen del sol que había pintada encima de una puerta de un castillo que se fabricó en aquel sitio en 1520 para defender á Madrid de las correrías de bandoleros y forajidos que infestaban sus inmediaciones, habiéndose abierto también un foso al rededor del hospital del Buen-Suceso, pero éste y el castillo desaparecieron después con el aumento de la población por aquella parte, y sólo quedó el nombre de la Puerta del Sol. Esta plaza es una especie de estrella irregular…

Su animación la vemos en un óleo de 1773, obra de Luis Paret y Alcázar, que se encuentra en el Museo Nacional de Cuba. Al fondo, la fuente de Mariblanca y la Iglesia del Buen Suceso, que fue construida en 1483 como Hospital Real de la Corte. Desde 1590 fue también iglesia. Estaba ubicada entre la calle de Alcalá y la Carrera de San Jerónimo. Obsérvese el reloj, el más importante de Madrid, hasta la construcción de la Casa de Correos. Tras la desamortización de Mendizábal para ampliar la plaza, la iglesia fue pasto de la piqueta. En 1867 se buscó un nuevo emplazamiento para esta iglesia-hospital entre las calles del marqués de Urquijo y del Buen Suceso, obra del arquitecto Agustín Ortiz de Villajos. La piqueta también acabó con ella en 1975 y en su lugar se levanta un horrible edificio comercial de cemento, cristal y acero. A la derecha vemos también el convento de Nuestra Señora de la Victoria, con su iglesia neoclásica, que se terminó de construir en 1561 en conmemoración de la toma de Málaga por los Reyes Católicos en 1487. La desamortización de Mendizábal también acabó con él, y el solar que ocupaba se aprovechó para ampliar la Carrera de San Jerónimo y la construcción de la calle de Espoz y Mina. Mesonero Romanos, en su manual de Madrid, comenta así la iglesia del Buen Suceso:

Esta iglesia del hospital de los criados de la Casa Real es célebre más que por su construcción y decoración artística, que nada absolutamente tiene de recomendable, por el sitio privilegiado que ocupa en la Puerta del Sol, dando frente a la calle Mayor. Su fachada principal es mezquina y en ella está colocado un reloj alumbrado de noche. La iglesia quedó muy maltratada en tiempo de la invasión francesa, y posteriormente se la habilitó, aunque con mucha sencillez. La imagen de Nuestra señora que se venera en el altar mayor fue hallada según se dice, en un monte, por dos hermanos de la Congregación de los Obregones. En esta iglesia y su patio fueron fusilados varios desgraciados madrileños en el funesto 2 de mayo de 1808…

El convento de San Felipe el Real era el internet de la época, el mismísimo centro de información del Imperio español. Allí llegaban todas las noticas importantes, sin duda por la proximidad de las postas, situada en la calle de su mismo nombre. También pasaban por allí todas las fake news: las maledicencias y murmuraciones de la ciudad surgían de este centro de información y se esparcían como la pólvora por toda la villa. Los escritores más famosos y osados repartían allí sus sátiras impresas sin dejar títere con cabeza, por muy importantes que fueran estos. El segundo conde de Villamediana, don Juan de Tassis y Peralta, Correo Mayor, fue uno de los primeros en repartir allí sus poemas satíricos. Su atrio era conocido como el Mentidero de la Villa, porque allí se reunía la gente para difundir rumores, noticias, calumnias y secretos mal guardados.

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