Hoy a todos nos gusta viajar y nuestra Autovía A-1 (antigua N-I) es una de las de mayor tráfico rodado de nuestro país. Pero esto no siempre fue así; de hecho, su trazado actual es relativamente moderno. Antiguamente viajar era un acto, la mayoría de las veces, una obligación, peligroso, caro y agotador, y unos siglos atrás esta ruta nuestra hacia la sierra ni tan siquiera existía. ¿Cuándo y cómo surgió esta vía que enlazaba las dos submesetas castellanas a través del puerto de Somosierra?
Somosierra
Lo primero a dilucidar es en qué momento histórico Somosierra comenzó a usarse como puerto para unir ambas dos Castillas, y para ello es importante entender ciertas cuestiones. Aunque Somosierra sea hoy un paso imprescindible, hasta el siglo xi-xii, como posteriormente veremos, no fue más que uno más de los numerosos puertos que desde la vieja Castilla accedían al actual valle del Lozoya. A pesar de su aparentemente cómodo tránsito, la falta de grandes urbes próximas a las que poner en comunicación no le hicieron atractivo en el pasado.
Se podría aducir que Somosierra es uno de los pasos menos elevados de nuestras sierras, pero hay que entender que la comodidad y facilidad en el paso de un puerto no residía tanto en su elevación y bondades geográficas como en las infraestructuras creadas en su entorno para apoyo y ayuda de sus usuarios. Así, la proximidad entre las antiguas Toledo y Segovia propiciaron, ya desde época romana, un camino bien diseñado con una acomodada calzada y una serie de puentes y alcantarillas que superaban arroyos y barrancos, dando origen al paso y puerto de la Fuenfría. Además de esto, en el siglo xii se levantó en lo alto de este puerto un hospital (entiéndase como hospedaje) para caminantes y pasajeros. En otros puertos próximos como Navacerrada y Malagosto (recordemos las andanzas del Arcipreste de Hita) también existieron ventas en lo alto de los puertos para cobijar transeúntes.
Estas infraestructuras eran las que configuraban un puerto, pues sus circunstancias físicas, geográficas o geológicas siempre estuvieron ahí, y de una u otra manera siempre fueron utilizados, aunque esporádicamente, sin poder ser reconocidos oficialmente como puertos pasajeros. Somosierra, hasta los siglos xi-xii, formó parte de estos puertos naturales sin infraestructuras y sin grandes urbes que comunicar y estas fueron las razones por las que tanto romanos como árabes ignoraron su presencia.
Aunque desconocemos, si acaso existió, el entramado prerromano de vías pecuarias trashumantes que pudieran recorrer nuestras antiguas tierras, parece ser que los romanos, como ya dijimos, no mostraron ningún interés en Somosierra. Sus calzadas, en nuestra provincia, cruzaban de noreste a suroeste, comunicando Cesaraugusta (Zaragoza) con Emerita Augusta (Mérida), algo así como la actual N-II, que sin llegar a Madrid, desde Compluto (Alcalá de Henares) alcanzaba Toledo y desde aquí seguía por la actual N-V, en dirección a Extremadura. Además, desde Toledo y en dirección norte, siguiendo el cauce del río Guadarrama, otra vía cruzaba nuestra sierra por el ya mencionado puerto de la Fuenfría, en Cercedilla, para comunicarse con Segovia, quedando así asegurada la comunicación entre las dos submesetas peninsulares, tanto por la Fuenfría como por el corredor del Henares hasta Segontia (Sigüenza), y de aquí a Tiermes y Uxama (Osma).
Los visigodos, que pusieron la capital de su reino en Toledo, no modificaron en nada la antigua red viaria romana y los árabes, que en el 711 entraron en nuestra península, no sólo no mostraron interés alguno en abrir nuevos pasos en la sierra, sino que prefirieron ignorarlos, ya que su presencia les suponía una doble amenaza, la de la entrada por el norte de tropas cristiana y la escapada desde el sur de mozárabes rebeldes a su gobierno. Al igual que los visigodos, el pueblo islámico continuó usando el antiguo trazado romano, y bien por el corredor del Henares arriba o por el puerto de la Fuenfría realizaron sus expediciones de castigo contra los cristianos del norte. La antigua red viaria romana condicionará nuestro entramado caminero hasta finales del siglo xviii.
Según la tradición, Tarik, en el 711, en su primera expedición por la Península, después de alcanzar Toledo pasó por Buitrago, dejándola su nombre (Buk-Tarek o «paso de Tarik»), por donde cruzó Somosierra para alcanzar la meseta norte. Pero de esto no hay constancia alguna y Buitrago en este momento ni tan siquiera existía. Además, el nombre de Buitrago no responde a ningún Tarek, sino a un simple y romanceado castellano bos-stare o «pastizal de bueyes» con el sufijo -aco que indica relación (bostar + aco > bostra-ago > boitrago = «lugar de pastos de bueyes»). En su reconquista Alfonso VI le otorgó escudo: un buey con una encina y la leyenda ad alenda pecora («para sustento de ganados»; o sea, «pastizales»). Un escudo parlante que, en un juego de símbolos, hacía alusión a su condición ganadera y a su propia denominación.
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