Las nodrizas de Fuencarral: primeros datos
Municipio sito a muy pocos kilómetros de Madrid, Fuencarral supo de siempre aprovechar su cercanía a la capital de España para desarrollar su economía y ofrecer toda una serie de servicios a los madrileños que redundaran en la prosperidad del lugar dentro de los límites que imponía el contexto de cada época. Uno de estos servicios fue la lactancia de pago, tanto para la Casa Real, como para la inclusa y las familias acomodadas que pudieron costear el servicio. Es a través de los libros parroquiales cuando descubrimos la existencia de un número alto de niños originarios de la Villa y Corte que se criaban en el pueblo. A ellos contribuiría probablemente la buena fama que disfrutaba Fuencarral como lugar saludable; de hecho, en las Relaciones topográficas de Felipe II, redactadas en 1579, se nos dice que era tierra «templada en invierno y en verano, y lugar muy sano y, donde hay muchos hombres y mujeres muy viejos».
El primer niño del que tenemos constancia de que se criara en Fuencarral fue uno que falleció el 20 de septiembre de 1591. Es el primero de una larga lista que continúa con anotaciones en las partidas de defunción del 8 de diciembre de 1591, el 15 de julio de 1592, en agosto de 1595… Son anotaciones terriblemente escuetas donde no se nos indica el nombre de los infantes. Son un «niño de Madrid». A veces se identifica a la mujer que lo amantaba, pero no se nos da su nombre, es «la de Sebastián Rodríguez» o «la de Francisco Sánchez». Madrid era corte del reino desde 1561 y esto supuso un fuerte aumento de su población, que paso de veinte mil almas aproximadamente en esa fecha hasta los 150 000 habitantes en 1630. Toda esa multitud tenía hijos y muchas familias demandaban nodrizas para sus vástagos. Es así como pudo Fuencarral y otros pueblos limítrofes empezar a prestar estos servicios con más asiduidad que antaño. Las fuentes más antiguas, los libros parroquiales que recogen las defunciones en el pueblo, nos hablan de crianzas fracasadas, pero sin lugar a dudas hubo otras muchas que terminaron con la vuelta de los niños a sus padres, un éxito dentro la gran mortandad infantil de los siglos anteriores a la revolución sanitaria que vivimos en el siglo XX. Las fuencarraleras prestaron sus servicios como amas de leche a la Casa Real, a familias particulares y a la Inclusa madrileña. Analizamos ahora cada una de ellas.
Nodrizas fuencarraleras al servicio de la Casa Real
Las nodrizas que ejercieron su labor en palacio eran sin lugar a dudas las más afortunadas dentro de su profesión. A más de una retribución generosa, disfrutaban de otras mercedes, como la concesión del tratamiento de doña y que sus maridos y descendientes adquirieran la condición de hidalgos.
Al servicio de la familia real hemos podido encontrar tres mujeres originarias o vecinas de Fuencarral. Una primera «ama de Foncarral», cuyo nombre no hemos podido descubrir, estaba en 1626 en la corte dando de mamar y aparece citada en la tesis doctoral de Pilar Tenorio Gómez. Más huella dejó Catalina Salazar, que fue «ama de respeto» para Carlos II, siendo alojada durante un día en uno de los domicilios donde se las ubicaba para tenerlas listas caso de que la nodriza principal no pudiera seguir prestando su servicio o no se considerase conveniente por la causa que fuera.
La más importante sin lugar a duda fue María González, que ha merecido ocupar un lugar en la historia por ser la primera nodriza del infeliz Carlos II, el último monarca de la dinastía Habsburgo en nuestro país. La llamó María González pese a que lo habitual es citarla con su segundo apellido, el caso es que este era tan complicado que los autores la han trascrito de formas muy diferentes. Gacho Santamaría lee «Alpoiquetas» en los documentos; Jaime Contreras propone «de la Pizcueta», en lo que coincide con Gabriel Maura; «Alpizqueta» nos dice Cortes Echanove. No propondré otro nombre ni me decantaré por ninguno, quedándome en María González, que es lo único en lo que hay acuerdo. Era esposa de Juan Agustín González de Almuyna.