Son varios los compositores de los siglos xviii al xx que van a presentársenos a lo largo de este paseo, como Vicente Martín Soler que, en Viena, llegó a eclipsar durante un tiempo al mismísimo Mozart con sus óperas: o Tomás Bretón, también compositor de óperas y de la celebrada zarzuela La verbena de la Paloma; o el ucraniano Serguéi Prokófiev, que presentó una obra suya en Madrid y cuya música, prohibida por el gobierno ruso, transitaba hacia la modernidad.
Nos situamos en la calle de Atocha, número 65 (Metro: Antón Martín). Estamos ante el teatro Monumental, que se construyó en 1922 como sala de cine y de teatro. Ya desde su inauguración, en 1923, con el nombre de Monumental Cinema, se celebraban conciertos las mañanas de los domingos, dirigidos por el Maestro Arbós, dada su gran capacidad —tres mil espectadores— y a su buena calidad acústica. Aquí también actuó la Orquesta Nacional de España hasta su traslado, en 1966, al Teatro Real. En 1972, con la remodelación llevada a cabo en el edificio, desapareció la fachada original creada por Teodoro Anasagasti. A partir de 1988 se acometen obras importantes de acomodación del teatro para sala de conciertos sinfónicos. Desde entonces es la sede de la Orquesta y Coro de Radiotelevisión Española, donde realiza sus actuaciones, y también la Banda Municipal de Madrid celebra sus conciertos de otoño e invierno.
En el lado izquierdo de la fachada, vemos una placa que nos recuerda el estreno mundial de una obra de Serguéi Prokófiev, pianista, compositor y director de orquesta. Prokófiev había nacido en Sóntsovka (Ucrania), en 1891. Sus primeras obras, como Concierto para piano, n.º 1 (1911), estaban compuestas fuera de la línea marcada por el nacionalismo ruso del momento. En 1918, abandonó Rusia y realizó varias giras como concertista de piano por Europa, Estados Unidos y Japón. Regresó a Rusia en 1933, donde compuso, entre otras obras, el ballet Romeo y Julieta, basado en la tragedia de Shakespeare, cuyos números musicales se hicieron muy populares, especialmente La danza de los caballeros. Cuando Prokófiev vino a Madrid, en 1935, ya era un músico consagrado y además tenía un lazo sentimental con nuestra ciudad, pues en 1923 se había casado con la cantante madrileña Carolina Codina Nemysskaya, conocida por su nombre artístico de Lina Llubera, de la que tendremos ocasión de hablar en un paseo próximo. Prokófiev llegó para el estreno de su Concierto para violín n.º 2 en sol menor, opus 63 en el teatro Monumental, interpretado por el violinista francés Robert Soëtans, acompañado por la Orquesta Sinfónica de Madrid, que estaba dirigida por Enrique Fernández Arbós.
Prokófiev compuso varias óperas, como El jugador y El ángel de fuego, estrenada esta última en La Fenice de Venecia, en 1955, una vez muerto el músico. Colaboró en la banda sonora de la película de Eisenstein Iván el Terrible (1944) y en 1947 compuso la última de sus nueve Sonatas para piano. Al año siguiente el Politburó condenó su música por formalista y su mujer fue juzgada por espía y sentenciada a trabajos forzados en un gulag, donde permaneció ocho años. La música de Serguéi Prokofiev tuvo la virtud de unir tradición y modernidad. Murió en la misma ciudad y el mismo día y año que Stalin, el 5 de marzo de 1953, en Moscú.
Bajamos por la calle de Atocha hasta la primera bocacalle a la izquierda: calle del Amor de Dios. Aquí vivió Francisco Brunetti, que era hijo de Gaetano Brunetti. Violonchelista, profesor y director, estudió en Madrid pensionado por el príncipe Carlos. Ingresó en la Real Capilla, en 1787, por oposición, de la que llegaría a ser su director, y también fue nombrado músico de cámara por Carlos IV. Compuso Variaciones para violonchelo y orquesta.