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La calle de Fuencarral divide estos dos barrios de Chueca y Malasaña. El primero recibe su nombre de un gran compositor de zarzuelas, Federico Chueca, y el segundo fue el centro de la Movida madrileña de los años ochenta. A lo largo de su recorrido hablaremos de Barbieri y de su incidente con Verdi. Veremos las casas donde vivieron los hermanos Álvarez Quintero, el maestro Alonso, Gerónimo Giménez y Carmelo Bernaola. Recordaremos a Manuel Vega, figura representativa del pop español y contemplaremos el Monumento a los Saineteros Madrileños.

La plaza de Chueca, a la que se accede por la estación de Metro del mismo nombre, es el centro neurálgico del barrio de Chueca, que está delimitado por la calle de Fuencarral, paseo de Recoletos, la Gran Vía y calle de San Fernando VI. En los últimos años se ha puesto de moda este barrio al convertirse esta plaza en el centro del Orgullo LGTB+.

Barrio, plaza y estación están dedicados a Federico Chueca, que nació en la casa de los Lujanes, en la plaza de la Villa, de Madrid, en 1846, como tuvimos ocasión de ver en el «Paseo por el Madrid musical, 1». De niño se matriculó en el conservatorio, donde llamó la atención por la facilidad con la que tocaba el piano. Sin embargo, apenas pudo formarse musicalmente, pues sus padres lo obligaron a estudiar el Bachillerato y, luego, Medicina. Cuando murieron sus padres abandonó los estudios, como le había ocurrido a Barbieri.

Chueca compaginó la composición con actuaciones en los cafés, donde se ganaba la cena. Tras una estancia en la cárcel al ser detenido en una manifestación de estudiantes, donde compuso Lamento de presos: Tanda de valses, le llevó los pliegos a Bretón, que quedó impresionado, naciendo entre ellos una gran amistad.

Estrenó su primera zarzuela, El sobrino del difunto, en 1875, a la que seguirían una serie ininterrumpida de más de cincuenta obras, entre las que cabe destacar La Gran Vía, ¡A los toros!, o Agua, azucarillos y aguardiente. De todas sus zarzuelas, la que más éxito le produjo fue La Gran Vía, en la que ironizaba sobre la realización de esa calle madrileña a principios del siglo xx. Se representó durante dieciocho meses ininterrumpidos en el teatro Apolo.    

Chueca tenía un finísimo oído que, unido a su instinto natural para unir texto y música de una manera sencilla y magistral, le permitió crear unas composiciones populares que llegaban al alma de los madrileños. A veces manipulaba los textos, inventando palabras para que rimasen y, debido a su falta de formación musical, necesitó la ayuda de otros músicos, especialmente Joaquín Valverde. No obstante, su gran intuición para la melodía y el ritmo le convirtió en uno de los grandes compositores de zarzuelas del siglo xix. Murió en su casa de la calle de Alcalá en 1908, como tendremos ocasión de ver en otro capítulo.

Dejamos la plaza de Chueca para encaminarnos a la calle de Augusto Figueroa, que en su época se llamaba Santa María del Arco, donde vivió el violinista Pablo Font, en el número 29. Era hermano de Juan Font y de Antonio Font e hijo de Francisco Font, músicos todos ellos que tocaban en la orquesta de cámara del palacio de Boadilla del Monte (Madrid) del infante Luis Antonio de Borbón y Farnesio, hermano menor de Carlos III y, también en los palacios del infante en Olías del Rey (Toledo), Cadalso de los Vidrios (Madrid) y Arenas de San Pedro (Ávila), coincidiendo con Luigi Boccherini. En 1790 ingresó en la Real Capilla.

Enfrente vemos la calle de Barbieri, dedicada al compositor Francisco Asenjo Barbieri (Madrid, 1823-1894), compositor de zarzuelas, director de orquesta y musicólogo. Su pasión por la música le hizo abandonar los estudios de Medicina e Ingeniería para estudiar en el Conservatorio de Madrid. Al terminar sus estudios entró como clarinete en una banda de la Milicia Nacional. Los apuros económicos en esta época le llevaron a tocar en las calles con el clarinete; en los cafés, con el piano; a dar clases de canto y emplearse como copista, arreglista y hasta cantante figurante.

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