La alta demanda de vivienda provocó en Madrid desde mediados del siglo xix un alto precio del alquiler y compra que muchos madrileños no podían permitirse. Esto provocó la proliferación del hacinamiento, las infraviviendas y un incipiente chabolismo. Frente a ello, desde el reinado de Isabel II empezaron a surgir voces que pidieron proporcionar viviendas dignas a toda la población.
En 9 de septiembre de 1853, con Isabel II en el trono, se publicó una real orden alertando de «las malas condiciones en las que se encuentran las habitaciones de una porción de infelices de cuyos escasos medios o mísero jornal no alcanzan a proporcionar una cómoda vivienda», instando a los Ayuntamientos de Madrid y Barcelona a promover casas baratas para las clases trabajadoras más humildes.
Y no era de extrañar que estas condiciones míseras llegasen a oídos de la monarquía, parte de la intelectualidad de la época llevaba tiempo denunciando la situación, y la epidemia de cólera de 1855 en Madrid les dio la razón: la situación higiénica de la vivienda de buena parte de la población en Madrid era insostenible. Y el problema iría a más: entre 1847 y 1898 aumentará la población de Madrid de 235 000 a 512 000 personas. Faltaba vivienda económica para la gran cantidad de inmigrantes que llegaban desde todos los puntos de España a la capital —la inmigración internacional era en ese momento anecdótica—.
A partir de la epidemia surgieron numerosas propuestas, que coincidirían en un argumento novedoso: la ciudad, como estaba organizada, estaba provocando, o como mínimo no remediando, el problema. Y no sólo la ciudad, sino la calidad de la vivienda. Era necesario actuar para dar una vivienda económica e higiénica a la población.
Es un cambio importante, ya que hasta entonces todas las medidas lanzadas durante el siglo xix en Madrid para mejorar las condiciones de vida de las clases trabajadoras y los más necesitados se limitaban a construir hospitales, realizar repartos de comida y lamentar públicamente el «indecoroso» y poco higiénico modo de vida de esas masas de obreros y «ganapanes» que se hacinaban en cuartuchos por toda la ciudad. A partir de este cambio de planteamiento serán los médicos, arquitectos y urbanistas los que dieron un paso al frente para ofrecer posibles soluciones. Así aparecieron las primeras propuestas higienistas en Madrid.
El higienismo y Méndez Álvaro
El higienismo será el gran movimiento regenerador de las ciudades en el siglo xix. Iniciado en países más industrializados que España, como Inglaterra, será a partir de los treinta primeros años del siglo xix cuando se desarrollará más en nuestro país de la mano de pioneros como Francisco Méndez Álvaro.
Francisco Méndez Álvaro (1806-1883), médico y cirujano, tras pasar un tiempo como médico militar en las primeras guerras carlistas (1833-1840), desarrolló una fructífera carrera como traductor y autor de obras de medicina y como periodista y editor de diarios médicos, hasta llegar a ser uno de los políticos más destacados de su época. Nacido en Ávila, estudió en Madrid y en Madrid vivirá y trabajará, preocupándose y tratando de denunciar y solucionar muchos de los problemas sanitarios de la ciudad.