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En la calle Mayor, número 72, asomándose tímidamente a la espléndida plaza de la Villa, se encuentra la antigua casa-palacio de Tomás Allende. La que fue residencia de este acaudalado hombre de negocios guarda en su interior valiosas obras de artistas tan conocidos como el pintor Álvaro Alcalá Galiano, el ceramista Daniel Zuloaga, el escultor Mariano Benlliure e incluso vidrieras de la Casa Mauméjean. Hemos recorrido este palacete decimonónico, actual sede de la Junta Municipal de Distrito Centro, y os mostramos su interesante interior, que habitualmente no es visitable.

Junto a la plaza de la Villa se encuentra la antigua casa-palacio de Tomás Allende, un edificio que pasa totalmente desapercibido por el entorno en el que se ubica. Nuestras miradas se fijan habitualmente en la Casa de la Villa, en la torre medieval de los Lujanes o en la casa renacentista de Cisneros, y pocos son los turistas y madrileños que se detienen en el austero edificio que se asoma tímidamente a esta espléndida plaza de la Villa.

Sin embargo, la antigua residencia del acaudalado hombre de negocios que fue Tomás Allende guarda en su interior valiosas obras de artistas tan conocidos como el pintor Álvaro Alcalá Galiano, el ceramista Daniel Zuloaga, el escultor Mariano Benlliure e incluso vidrieras de la Casa Mauméjean.

Hoy tenemos la oportunidad de entrar en este antiguo palacete que, debido a su actual destino como sede de la Junta Municipal de Distrito Centro, no es posible visitar y que no ha formado parte de ningún programa de visitas especiales como Bienvenidos a Palacio, por ejemplo. Gracias a la colaboración del actual concejal de Centro y a la coordinadora del distrito hemos podido recorrer sus salas más importantes y podemos mostrar un interior que merece la pena ser conocido y disfrutado.

Como presentación, debemos decir que, sin duda, la casa de Tomás Allende constituye un magnífico ejemplo de conservación del patrimonio histórico de Madrid, gracias a un uso público, en este caso como junta municipal de distrito, que ha sabido conjugar el respeto a los valores artísticos de un edificio que, de otro modo, muy probablemente, habría desaparecido bajo la piqueta de la insaciable especulación.

En primer lugar, es preciso conocer los antecedentes históricos de esta finca que se encuentra ubicada en el centro neurálgico del Madrid más antiguo, formando parte de la plaza de la Villa, cuna de la municipalidad de la Villa y Corte desde sus orígenes. Recordemos que el primer Ayuntamiento de Madrid se encontraba en la desaparecida iglesia de San Salvador —derribada en 1842—, colindante con la casa-palacio de Tomás Allende. La primera noticia fidedigna de edificación que encontramos en este mismo lugar se corresponde con el convento de Constantinopla.

En el Plano de Teixeira de 1656 se aprecia perfectamente el convento de Constantinopla, que fue construido en 1551 y derribado en 1836, tras la desamortización de Mendizábal.

Como se puede comprobar en el detalle del Plano de Teixeira, el convento de Constantinopla ocupaba una superficie mucho mayor que la del actual edificio. Se extendía por toda la manzana comprendida entre la calle Mayor, la Travesía de los Señores de Luzón y plaza de San Nicolás, incluida parte de la superficie del actual edificio correspondiente al número 74 de la calle Mayor. La calle de Calderón de la Barca no existía y se abrió precisamente sobre parte de los terrenos conventuales.

Este convento fue derribado, iglesia incluida, a mediados del siglo xix, y tras su derribo se abrieron la mencionada calle de Calderón de la Barca y la de Juan de Herrera; la de San Salvador pasó a denominarse calle de los Señores de Luzón.

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