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El palacio del Tribunal Supremo, conocido también como palacio de Justicia o palacio de las Salesas, es uno de los mejores ejemplos de palacio neobarroco de Madrid. Construido sobre el anterior palacio barroco de Bárbara de Braganza, su belleza y elegancia no deja a nadie indiferente.

El Tribunal Supremo como órgano judicial

La institución judicial del Tribunal Supremo tiene su origen en el Consejo de Castilla, en plena Edad Media. Tal y como lo conocemos hoy en día, es decir, como órgano supremo de justicia, surge con la Constitución de 1812, la famosa Pepa —recordemos que el nombre popular le fue atribuido por haber sido aprobada un 19 de marzo, Día de San José—.

Con la vuelta al absolutismo de Fernando VII se suprimió varias veces, pero finalmente el Tribunal Supremo se reinstauró en 1834 y desde entonces viene funcionando sin interrupción.

Inicialmente estuvo instalado en el palacio de los Consejos o palacio de Uceda, en la calle Bailén esquina a calle Mayor. En el año 1875 el Tribunal Supremo se instaló en el antiguo convento de las Salesas, tras haber sido desamortizado.

Orígenes del palacio del Tribunal Supremo; su vinculación con las Salesas Reales

El edificio barroco original pertenecía a las Salesas Reales y formaba parte del convento-colegio mandado construir por la reina Bárbara de Braganza en 1750, destinado a las hijas de las familias nobles. El conjunto incluía el convento, el colegio, la iglesia, el cuarto real o palacio, jardines, huertas y demás dependencias, ocupando una superficie de casi 75 000 metros cuadrados.

La idea de Bárbara de Braganza era no sólo fundar un prestigioso colegio y una institución religiosa, sino, fundamentalmente, contar con un cuarto real por si quedaba viuda y necesitaba un refugio frente a la poderosa y temida Isabel de Farnesio. 

El lugar de retiro debía ser soberbio, adecuado a sus gustos exuberantes y lujosos. Sin embargo, el destino quiso que su odiada reina-viuda, Isabel de Farnesio, la sobreviviera. Bárbara de Braganza murió apenas un año después de ver finalizada su magnífica fundación y no llegó a disfrutar del palacio.

Para la construcción del convento-colegio-palacio la reina no escatimó en gastos, contrató a los mejores artistas y se utilizaron los mejores materiales. Sin embargo, el excesivo coste no gustó nada a los madrileños, que cantaban coplas como esta: «Bárbara reina, Bárbara obra, / Bárbaro gusto… Bárbaro gasto».

Al fallecer tan pronto Bárbara de Braganza, las lujosas y costosísimas estancias palaciegas fueron finalmente ocupadas por las alumnas internas y las religiosas del convento. En concreto, el actual despacho del presidente del Tribunal Supremo, la famosa Rotonda, se corresponde con las habitaciones de la reina.

En 1870 el general Prim se incautó del palacio, dando únicamente ocho días a las religiosas para abandonarlo. Se respetó tan sólo la iglesia, que es la actual parroquia de Santa Bárbara.

Del soberbio palacio de Bárbara de Braganza se conserva muy poco, por ejemplo, la escalera original de subida al Cuarto Real. Esta preciosa escalera fue trasladada y hoy en día la podemos ver en el Museo Cerralbo, formando parte de la escalera de honor del museo.

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