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El estudio de la Cava Baja, n.º 42, de Madrid

¿Quién diría que en la emblemática Cava Baja de Madrid se han conservado los vestigios de uno de los estudios fotográficos más antiguos de España? La mayoría de los lectores de esta revista habrán pasado más de una vez por el número 42 de esta calle sin saber que muchos madrileños se retrataron en su piso más alto desde finales del xix. Lo más sorprendente es que, a pesar del paso del tiempo, este gabinete de fotografía ha logrado mantener intacta parte de su estructura interna y su galería de cristales, que aún es visible desde la calle como si el lugar quisiera seguir siendo testigo del arte fotográfico que un día albergó.

Pero el encanto del estudio no termina ahí. De manera asombrosa, también se ha conservado, en el techo del portal del edificio una pintura representando a una Alegoría de la fotografía que nos transporta al siglo xix, cuando los comercios decoraban sus techos y paredes con elementos alusivos a la actividad comercial que se ejercía. El descubrimiento de este tesoro nos llevó a emprender la investigación que se presenta en estas páginas.

El nacimiento de una galería fotográfica

La documentación conservada en el Archivo de Villa de Madrid nos ha permitido rastrear la historia de esta galería fotográfica y descubrir los nombres y trayectorias de todos aquellos que se dedicaron desde la misma al negocio de la fotografía comercial. Levantado entre 1882 y 1886, este edificio pertenecía originalmente a Domingo Ortiz de Zárate (fl. 1882-1886) y, aunque inicialmente no contaba con un estudio fotográfico, su sexta planta, de aproximadamente ciento cincuenta metros cuadrados, ofrecía un espacio idóneo para una futura extensión. No sería hasta el año 1886 cuando el reconocido arquitecto madrileño Lorenzo Álvarez Capra (1848-1901) solicitase licencia para la creación de un gabinete «sobre la primera crujía de la planta de armaduras de la casa en construcción»

En el trascurso de nuestra investigación localizamos el expediente alusivo a la galería que incluye varias licencias e incluso un plano de la estructura por edificar. Este corpus documental nos da una idea de los requisitos legales y características que a finales del xix este tipo de construcciones foto-comerciales debían cumplir (imagen 3). Por ejemplo, se estipulaba que debían ser armazones «solamente de hierro, zinc y cristal, sin carácter alguno de permanencia». Los dueños estaban por lo tanto obligados a desmontarlas si dejaban de ser usadas con el propósito para el cual fueron solicitadas; un aspecto que revela mucho sobre la regulación que enmarcaba las construcciones temporales en el Madrid finisecular. La solicitud también menciona otro dato interesante: el interior iba a pintarse de un color oscuro, probablemente para mejorar las condiciones de luz y facilitar el trabajo fotográfico, conforme a los principios recomendados por varios teóricos de la época.


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