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Esa es la gran duda, que envuelve a la Torre de los Lujanes de un halo enigmático. El informe de la Real Academia de la Historia de 1861, fue crucial para evitar el derribo de nuestra joya Nacional y al mismo tiempo, para aclarar esa controversia. En su dictamen se conocerá la respuesta a esa eterna pregunta ¿Estuvo prisionero o aposentado en la Torre? Pero no fue una tarea fácil, ya que hubo un gran número de cronistas que apoyaron la hipótesis de que el rey francés, sí estuvo en la torre. Y también otros que no.

Si para los londinenses es un orgullo tener la Torre de Londres, para los madrileños también lo es poseer la Torre de los Lujanes. En cambio, la Torre de Londres es más célebre entre sus visitantes por algunos de los terribles acontecimientos que se cometieron allí. Por ejemplo, Ana Bolena, esposa de Enrique VIII, fue decapitada en esta torre y hay quienes dicen que allí se puede ver su fantasma sin cabeza, caminando en la oscuridad.

Nuestra querida Torre de los Lujanes, sin embargo, no es famosa por desagradables desenlaces. En cambio, para mí es un honor, como guía voluntario de las visitas al interior de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País (ver Madrid Histórico n.º 48) y como autor de este artículo, decirles que nuestra Torre de los Lujanes está envuelta por un halo enigmático. Esto es así, que desde el siglo xvi, sigue transmitiéndose de generación en generación, por lo mentideros madrileños. Ese misterio sigue buscando una respuesta a las preguntas: ¿estuvo Francisco I prisionero en la Torre de los Lujanes?, ¿fue aquí aposentado hasta que las dependencias del Alcázar estuvieron en orden para acogerlo?

En el año 1854 la torre mostraba un aspecto ruinoso. El Ayuntamiento, dentro de su plan de alineación de la plaza de la Villa, quiso hacer desaparecer la torre para ampliar la calle del Codo. A esa terrible iniciativa se sumó el conde de Oñate, su último propietario. Afortunadamente, en 1859 se consigue paralizar el derribo. Antonio Aguilar y Correa, VIII marqués de la Vega de Armijo, consigue de la reina Isabel II una real orden que evitaba la eliminación de la torre, a la espera de un informe.

Fue en 1861 cuando la Real Academia de la Historia creó una comisión para valorar su desaparición. Su trabajo dio la clave que resolvería las dudas sobre la posible presencia de Francisco I en la torre. El informe, firmado por tres miembros de la Real Academia de la Historia (Juan Manuel Montalbán, Manuel Colmeiro y Pedro Gómez de la Serna), fue entregado al Gobierno para que tomase una decisión. Afortunadamente, no se llevó a cabo el derribo.

Entonces, se hicieron labores de reforma, con escaso rigor histórico. La fachada fue enfoscada y, en lo alto de la torre y de la casa, se colocaron unas almenas. Durante las obras, en 1866, se encontró un juego de naipes con cuarenta y cuatro cartas. La imaginación popular se disparó rápidamente, ligando esas cartas con Francisco I. El sorprendente hallazgo fue depositado en la Real Academia de la Historia. Dos de sus destacados miembros, Pascual Gayangos y Arce y Pedro de Madrazo y Kuntz, finalizaron un informe en 1867. En él dijeron que era evidente la importancia de este hallazgo y dataron la baraja en el año 1574. Así que no perteneció al monarca francés. Habría que esperar a 1910 para que se devolviera al conjunto de los Lujanes un aspecto más fiel a lo que fue. El arquitecto elegido fue Luis Bellido.

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