Miguel de Cervantes nació en 1547 en Alcalá de Henares. El oficio de barbero-cirujano de su padre obligó a la familia a continuos traslados por la geografía española; en 1551 inician un periplo por Valladolid, Sevilla y Córdoba; en 1567 se instalan en Madrid, y Cervantes estudia con López de Hoyos en los Estudios de la Villa, asiste a representaciones teatrales en los corrales de comedias y a tertulias, se lanza con sus primeros escritos. En apenas dos años, 1569, problemas con la justicia sitúan a Miguel de Cervantes en Roma; dos años más y participa en la batalla de Lepanto. En 1575, es apresado por los berberiscos y recluido en Argel hasta 1580 que consiguen los trinitarios su liberación, previo pago del rescate, y traerle a Madrid. Busca empleo en Lisboa, de nuevo Madrid, se casa y vive en Esquivias (Toledo), en 1585 pasa por Sevilla, en 1594 lo tenemos en Granada y tres años más tarde aparece preso de nuevo en Sevilla, en el 1599 vuelta a Madrid y en 1603, tras la corte, se instala en Valladolid de donde vuelve a Madrid en 1606, ya publicada la primera parte del Quijote. Parece confirmado que su madre murió en 1593 en la calle Leganitos y que su hija Isabel vivía en la calle de la Montera.
Se sabe también que en 1608 Cervantes vivió en el barrio de Atocha, un segundo domicilio se localiza en la calle de la Magdalena cerca de la imprenta de Juan de la Cuesta; en 1612 la residencia familiar se sitúa en la calle de las Huertas, 18. Y cuando se publica la segunda parte del Quijote, en 1615, Cervantes reside en la calle de Francos, esquina a la del León, frente al mentidero de los Comediantes. El 22 de abril de 1616 fallecía Miguel de Cervantes y era enterrado en el convento de las trinitarias descalzas de la calle Cantarranas (hoy, Lope de Vega).
A la vista de los datos se podría concluir que Cervantes era lo que coloquialmente se conoce como culo de mal asiento, pero también que esta bendita ubicuidad –en un principio por imperativo familiar después por méritos propios– será decisiva en la genialidad del autor pues la exposición a una adversa pero intensa realidad cristalizó en un espíritu abierto e inquieto que unido a una inteligencia sobresaliente con dotes narrativas hizo posible la primera novela moderna, obra cumbre de la literatura universal.
Por otra parte, Cervantes como gran viajero y por los años que vivió en la villa de Madrid, donde escribió e imprimió la parte más importante de su obra, nos hace suponer que fue un buen conocedor del entorno madrileño. Existen muchas referencias madrileñas en sus obras. En este artículo nos hemos entretenido en extraer las citas del Quijote donde se hace alusión a Madrid y su alfoz. El texto utilizado ha sido la edición de Francisco Rico que publicaron la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española para conmemorar el IV Centenario del Quijote (Madrid: Alfaguara, 2004).